Definir The Fountain no es fácil. Es como si Aronofsky hubiese cogido Dentro del Laberinto y La Historia Interminable, los hubiese mezclado con leyendas mayas y, tras varios filtros de Photoshop, nos lo hubiese presentado con una ramita de perejil en la mesa. Sin duda el film no es una obra maestra. Tiene defectos y muchos, sobre todo, esa sensación de que a Aronofsky le gustaba tanto lo que iba rodando que sufrió un empacho de sí mismo, plasmado en un final plagado de barroquismo innecesario que hace que perdamos el valor conceptual del mismo. Pero la fuerza visual de La Fuente de la Vida es tan espectacular que hace olvidarnos de tales defectos. La posibilidad de ver de las escenas más bellas e impactantes del cine actual compensan todo lo demás. Una realización y un montaje cuidadísimo con unos planos cenitales brillantes. La fotografía de Mathew Libatique y la música de Clint Mansell nos transportan a un mundo nuevo, donde filosofia y trascendentalidad quedan plasmados fielmente en imágenes.
La muerte es necesaria para crear vida, este es el punto central de la película. Por mucho que nos empeñemos en luchar por hacer lo contrario, por buscar esa utopía que es la vida eterna, esa es la pura realidad. Por mucho que "el conquistador"(Hugh Jackman) se empeñe en buscar el Santo Grial que es "el árbol de la vida", la realidad es cruda. No importa que sea pasado, presente o futuro, todo acaba y empieza. Principio y final. Así es la vida y, aunque universal, no siempre tenemos en mente las dimesiones de nuestra existencia. Su amada (Rachel Weisz) es la única consciente de ello. Su inminente muerte le hace conocer la verdad de la vida.
Aronosfky lo ha vuelto a hacer. Ha sorprendido y en los tiempos que corren eso no es nada fácil. Toda la legión de fans que ha creado con tan solo dos films no se pueden ver defraudados tras la visión de La Fuente de la Vida. Aronofsky adora los riesgos, huye de convencionalismos clasistas y nos ofrece una explosión de sensaciones. El barroquismo visual, con claroscuros dignos del mejor Caravaggio, nos invaden transportándonos a esa burbuja camino de Xibala, esa nebulosa que no se si nos dará la vida eterna pero, sin duda, nos hará soñar en una utopia imposible.
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